La gran depresión y el cine norteamericano

 EL CINE NORTEAMERICANO DURANTE LA GRAN DEPRESIÓN (1929-1939)


El desplome de la Bolsa de Nueva York el 24 de octubre de 1929 trajo consigo consecuencias deíndole política, económica, social y cultural (que se hicieron patentes  en  Estados  Unidos  a  finales  de  1929  y  en  Europa  en  el  verano  de 1930),  y  marcó  un  antes  y  un  después  en  el  devenir  histórico  del  siglo  XX.
Los grandes capitalistas y los políticos vieron detenido su sueño de  una  economía  global  puesto  que,  para  salir  de  la  crisis,  debían  “proteger sus  mercados  nacionales  y  sus  monedas  frente  a  los  ciclones  económicos mundiales,  aun  sabedores  de  que  eso  significaba  desmantelar  el  sistema mundial   del   comercio   multilateral   en   el   que   (...)  debía   sustentarse   la prosperidad  del  mundo” (Hobsbawm,  1995:  101).  
Las  consecuencias  de  este proceso  que  reenfocó  la  política  financiera  de  lo  internacional  a  lo  nacional consistieron  en  el  abandono  del  patrón  oro  entre  1931  y  1933  (de  Gran Bretaña,   Canadá,   todos   los   países   escandinavos   y   Estados   Unidos), “considerado  hasta  el  momento  como  el  fundamento  de  un  intercambio internacional  estable”  (Hobsbawm,  1995:  101),  así  como  del  libre  comercio.

La   producción cinematográfica   durante   la   administración Hoover (1929-1933)

Los primeros años de la Depresión americana coincidieron con la progresiva implantación  del  sonido  en  el  cine,  de  forma  que  se  asistió  al  auge  de  los géneros del musical o el cine de gángsters, mucho más atractivos gracias a las posibilidades  que  ofrecía  este  nuevo  adelanto  de  la  técnica.  No  obstante,  las fuentes  coinciden  en  destacar  el  tono  más  bien  trágico  de  los  films  rodados en  los  primeros  años  de  la  Depresión,  observándose  el  cambio  hacia  un espíritu  más  optimista  y  regenerador  tras  la  investidura  de  Roosevelt  como presidente de la nación. 
Siegfried  Kracauer,  sociólogo  cinematográfico,  ha  defendido  la  idea  que considera que un film constituye el “espejo del inconsciente colectivo” de un pueblo (Rodenberg, 1995: 192). En este caso, el cine de gángsters refleja a la perfección el sentimiento general de un país en crisis tanto a nivel económico como  psicológico.  El  hambre,  el  desempleo  y  la  pobreza  contribuyeron  a crear  un  clima  de  desesperación  y  desconfianza  social  que  puso  en  tela  de juicio  los  valores  sobre  los  cuales  se  había  sustentado  hasta  el  momento  la nación norteamericana, trayendo consigo un preocupante ascenso del índice de criminalidad. La incapacidad (involuntaria o no) del gobierno para frenar el  gangsterismo  provocó  un  descrédito  generalizado  entre  la  sociedad  hacia los órganos del estado, y una inversión de la simpatía por los gángsters como “héroes  públicos”  (Rodenberg,  1995:  192),  algo  que  queda  reflejado  en  los films de los primeros momentos de lacrisis.
No   obstante,   la   moral   del   Código   Hays   de   censura   (1922)   y   de   las asociaciones católicas y conservadoras limitó la “romantización” del género y la  glorificación  del  héroe  con  la  idea  fundamental  de  que  el  crimen  nunca queda  impune.  De  esta  manera, la  muerte  de  Tom  Powers  viene  seguida  de un breve epílogo que reza así: el final de Tom Powers es el final de todos los criminales.  “El  enemigo  público”  no  es  un  hombre,  no  es  un  personaje tampoco,  es  un  problema  que,  más  tarde  o  más  temprano,  nosotros,  el público,  deberemos  resolver.  Asimismo,  el  principio  del  film  queda  definido por el leit motivde los barriles de cerveza, que se puede interpretar como una justificación de la Ley Seca al invitar al espectador a establecer la asociación entre las desgracias del muchacho con el consumo de alcohol. 
Tampoco  hay  que  perder  de  vista  el  énfasis  que,  sobre  todo  en  el  film  de Wellman,  se  pone  en  un  contexto  social  adverso  como  condicionante  de  la actitud  del  delincuente.  Esta  responsabilidad  colectiva  ante  el  crimen  actúa como  metáfora  de  la  Depresión,  entendida  como  un  fracaso  colectivo  en  el cual  la  sociedad  puede  influir  activamente  para  modificar  el  rumbo  de  sus consecuencias  (de  este  presupuesto  partirá  el  cine  producido  durante  el mandato de Roosevelt).
Paulatinamente,  entre  1933  y  1934,  asistiremos  a  una  disminución  de  la producción de películas de gángsters debido a factores como el temor de los estudios  a  una  reacción  conservadora  frente  a  los  contenidos  moralmente dudosos, la abolición de la Ley Seca en 1933 y el fin de la edad dorada de las mafias  dedicadas  al  contrabando,  y  el  ascenso  de  F.  D.  Roosevelt  al  poder, que  supuso  el  reenfoque  de  la  conciencia  nacional  sustituyendo  “el  sueño capitalista  del  éxito  incondicional  (...)  por  el  sueño  pequeñoburgués  de  una dicha modesta dentro de condiciones ordenadas” (Rodenberg, 1995: 194).



Link oficial: https://doi.org/10.24310/Fotocinema.2013.v0i6.5914

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